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Escritura Creativa

Aprendiendo a ser libre.

Mientras la fogata desprendía sus llamas color rojo cobrizo, la observaba y pensaba lo libre que era y lo mucho que tuvo que lijarse la madera que estaba bajo ella para que obtuviera esa forma, pero como los frutos de ese trabajo formaron ese resplandeciente y feroz fuego lleno de efusión.

Me visualicé en aquella fogata, la misma, al igual que yo, se encontraba siendo libre. Sin embargo, también me recordó el tiempo donde la oscuridad de la noche consumía mis días, sintiendo que el sol nunca volvería a salir. Esos instantes donde me quedaba siendo la madera sin lijar y la mariposa sin aún salir del capullo, atrapada y sin mostrar mi ser.

Elías, mi prometido, se acercó a mi impresionado por la manera tan especial en que miraba la llama y rememoró esa historia que una vez vivimos y marcó la manera en la que el empezó a verme. Ese momento donde conoció mis cicatrices y me ayudo a sacar la valentía de un león en medio de una caza, para así borrarlas de una vez por todas.

– Recuerdo tu historia, como lograste todo esto y te admiro cada día más Luna.

– Lo miré confundida, mientras sostenía el paquete de malvaviscos que habíamos comprado en el camino y le pregunté – ¿A qué te refieres mi amor?

– Como lograste resurgir de las cenizas. Ser libre. Ser tu.

Cuatro años antes

Buenos Aires, Argentina

Después de media vida como residente en Venezuela, mis padres decidieron divorciarse y tuve que venir a vivir acá con mi padre y mi madrastra. Cuando me transfería de universidad y me adaptada a todo lo nuevo, mi padre, siendo uno de las cabecillas de la milicia, con su voz crítica y grave siempre solía decir: “estar de acuerdo a los estándares te permitirá ser bien vista”. Ahí llegaban las reglas de no poder usar ciertos estilos de ropas, hablar con palabras rebuscadas y mantener un comportamiento estándar donde la sociedad me aceptara.

Los domingos, conocidos como los días familiares, el, mi madrastra, su hijo Joshua y yo, decidimos visitar el club de avispones, uno de los clubes de familias de clase alta, donde nos permitían entrar gratis por el cargo de mi padre.

Recuerdo esa tarde del 10 de mayo, donde mi padre nos repetía la manera en que debíamos comer, con quienes era más apto hablar y de qué forma hacerlo. Me sentía presa y sé que Joshua podía experimentar algunos de los sentimientos también, aunque su edad no le permitiera asimilar todo.

Esa tarde conocí a Elías, uno de los hijos de la familia Álvarez, una de las familias mejores paradas en ese momento. Ese chico que hoy me admira parecía ser libre y sin condiciones, como yo quería darme el permiso de ser. Eso fue lo que más me atrajo de él.

– Hola señor y señora Michels, mi nombre es Marco, mi esposa Michely y mis hijos Elías y Laura, son los que están sentados en las mesas azules de en frente. Nos han dicho que soy nuevos por aquí, así que esperamos que se sientan como en casa. – Comentó mientras extendía su mano junto con la de mi padre y mi madrastra.

– Muchas gracias Marco, nosotros encantados de estar aquí y ser parte de las familias privilegiadas en este gran club. Esta es mi hija Luna y mi hijastro Joshua, ellos también pueden aportar a lo que necesiten.

Se despidieron después de charlar un poco sobre sus trabajos y obligaciones, y yo me sumergí en mi IPad buscando ilustrar uno de los mundos en los que me gustaría vivir. Esperando que ya fuera la hora de irnos para encerrarme en mi habitación, el único lugar donde podia ser yo, sin prejuicios ni estereotipos.

Universidad de Salamanca

1er día de clases

Mi primer día de clases fue como un día común y corriente. El encargado del recorrido nos mostró las aulas, las facultades de la universidad, los grupos a los que podía pertenecer y todas las actividades de recreación anuales. Mientras seguía mi recorrido me quede anonadada con una de las pizarras que logré distinguir en el camino, la misma citaba uno de los castings para entrar al equipo de artes, donde se aprendería pintura, ilustración, barro y todo lo que abarcara artes liberales.

Me llamó tanto la atención que decidí investigar un poco.

– Daniel, dices que podemos inscribirnos en cualquiera de estas clases extracurriculares, aunque no vaya de la mano con nuestra carrera, ¿Cierto?

– Así es señorita Luna, puede inscribirse en la clase extracurricular que le interese. Aquí tengo varios formularios para elegir, solo debe llenarlos y depositarlos en el buzón de la facultad correspondiente.

Tomé el formulario de la facultad de artes liberales y lo guardé en mi mochila hasta decidir que iba a hacer. En el momento seguí concentrada en lo que faltaba del recorrido y pensaba en el mundo lleno de posibilidades que estaba frente a mí y como no había podido vivirlo por miedo a la opinión de mi padre y mi alrededor.

En ese instante vi a Elías saliendo de uno de los salones de musica, un poco confundida, debido a que, si no me equivocaba, en la conversación que el señor Marco había tenido con mi padre, su hijo se estaba dedicando a la carrera de leyes y no la musica.

– ¡Elías, detente! No sabía que estudiabas musica, me parece haber escuchado a tu padre hablar sobre tu carrera de leyes.

Elías me tapo la boca y me sostuvo por el brazo hasta llevarme a uno de los rincones del pasillo.

– ¡Shhh! No puedes decir eso aquí, se supone que mis padres no saben que estoy estudiando musica, aunque no sea cierto.

– ¿Y por qué no se lo dices?

– No puedo hacerlo, mi padre tiene un año pagando la universidad creyendo que estoy asistiendo a clases políticas, si lo hago no seguirá pagando y me quedaré sin estudios.

– Te entiendo perfectamente. Después de haberme encontrado con todas estas opciones, yo también quisiera cambiar de rumbo, siempre me ha gustado la pintura y viendo todas las oportunidades también quisiera cambiar.

Y así fue como empezó nuestro plan de Elías, ayudarme a cambiar de carrera y convencer a mis padres de que aún seguía estudiando medicina. Nuestra aventura cada día era más interesante. Unos días yo lo acompañaba a sus clases de piano y otros el me seguía en las clases que tenían lugar fuera del campus, para así ayudarme a elegir que pintar.

Estuve en varios de sus recitales y lo ayudé a seleccionar piezas musicales para eventos de la universidad. El también me enviaba pinturas y lienzos en paquetes sellados como si fueran libros, para que mis padres no se dieran cuenta. Hasta que toda la mentira se cayó, como cualquier otra.

Una mañana antes de ir a las clases, mi padre y mi madrastra se encontraban en el desayunador discutiendo sobre ‘‘¿Qué iban a hacer con esta situación?’’ ‘‘Cómo me enfrentarían?’’, cuando los escuché desde la distancia no estaba segura de que esperar, si se habían dado cuenta de la mentira durante este año completo, si ya no pagarían mi universidad o si sería algo peor.

– ¿Sucede algo? Los he oído murmurando desde la escalera. – Comenté acercándome al comedor.

– Es tu hermano. Han llegado los resultados del oculista y muestra que su condición ha empeorado y Joshua podría perder la vista.

Joshua había tenido problemas con su visión desde pequeño debido a una enfermedad extraña heredada por su padre biológico. Siempre había utilizado lentes desde pequeño, pero nunca pensé que estuviera tan grave.

– ¿Puede operarse?

– Aún no lo sabemos hija. Mañana iremos donde el doctor para que nos de información al respecto, si quieres puedes venir con nosotros.

Esa noche hablé con todos mis maestros para cancelar las clases que tenía al día siguiente y llamé a Elías para comentarle lo sucedido y como me estaba drenando ver un niño de solo 11 años, perder la oportunidad de ver el mundo.

Al siguiente día tuve una tarde difícil, pero a la vez reveladora. Me encontraba en el asiento trasero sosteniendo la mano de Joshua, mientras él sonreía mirando hacía la ventana. Papa y Karina estaban delante murmurando sobre qué medidas debíamos aplicar desde ahora y como pagarían la operación de su retina.

Me parecía tan extraño que el estuviera sonriendo a pesar de su condición, que se encontrara libre y viera esta como una situacion más, sin preocupaciones. En cambio, si yo estuviera en sus zapatos estaría estrellándome contra el vidrio de la ventanilla del carro.

Al llegar donde el doctor se llenaron muchos papeles para agendar la fecha de la operación, se habló sobre los riesgos y se repitió el diagnostico actual de Joshua, mientras él y yo nos encontrábamos jugando en la esquina de la habitación con unos rompecabezas y bloques de colores.

Luego de hablar con mis padres, nos pidió que fuéramos todos para delimitar cuales serían las actividades que desarrollaríamos para ayudar la condición de Joshua, pidiéndonos que tuvieran que ver con reconocimiento, ya fuera de objetos, juegos, pinturas. Además de enseñarle nuevas actividades relacionadas a la musica y otros artes para trabajar el sentido de la escucha.

– ¿Pueden ser las pinturas de Luna, mamá? – Pregunto Joshua muy inocente.

– ¿De qué pinturas hablas hijo? – Dijo Karina al instante en que cruzaba miradas con mi padre.

– Seguro se refiere a las ilustraciones con las que juego en el IPad, nada del otro mundo, pero nos pueden ayudar.

Al terminar la conversación con el doctor, nos dirigimos directamente a nuestro hogar con un silencio total, más que un pleno velorio. Me preguntaba si estaban así por la enfermedad que había entrado a la familia o si tenía algo que ver con mis pinturas ocultas.

Cuando llegamos pedimos cena como un viernes habitual y al momento en que comíamos pizza italiana, Karina, estaba elaborando una lista de cómo nos dividiríamos las actividades para facilitar el proceso de Joshua y que todos pudiéramos estar con él. Justamente cuando terminaba la lista, el nuevamente mencionó que quería tener un día para palpar mis pinturas que estaban en el ático.

En ese instante mi padre y Karina me miraron y ya no creyendo el cuento de que tenía que ver con las ilustraciones del IPad.

– ¿Podrías contarnos de que se tratan las famosas pinturas, luna?

– Con mis manos temblorosas y la frente sudada conté todo. – Estoy pintando. No tomé la carrera de medicina, estoy en las clases de la facultad de arte.

– ¡QUÉ TU ESTAS QUE! Luna, tienes un año estudiando, un año. Y ahora me dices que es en la facultad de artes y no en ciencias. ¿A dónde crees que te llevará pintar? Seguro a las calles como esos que hacen grafitis. ¿En qué estabas pensando?

– Lo siento, ya no me sentía cómoda pensando en estudiar medicina. Cuando llegué a esta universidad fue como un mundo de posibilidades. Elías me entiende.

– ¿A qué te refieres con Elías? Su padre me comentó que estudia leyes y que tiene dos años de carrera. ¿Él también les está mintiendo a sus padres? Iré a hablar con el señor Marco.

Mi padre limpió la mesa y se fue directamente a su habitación. Karina solo me miraba preocupada y no pude hacer más nada que asentar con la cabeza, para confirmar que era cierto.

A partir de esa noche sabía que estaba perdida. Mi padre no me pagaría más la universidad después de aquella mentira y tendría que botar aquellas pinturas. El nunca entendería mi pasión ni me permitiría decidir mi camino.

Recuerdo cuando entre las lágrimas y jipíos pedía que el diagnostico de Joshua mejorara y mi padre me aceptara. Justamente en ese instante Joshua entró a mi habitación con su pequeño bastón que le habían comprado antes de salir del consultorio.

– Perdón, sé que seguro estas molesta conmigo. Igual podríamos jugar y hablar un poco si quieres, yo tampoco puedo dormir.

– Descuida, no estoy molesta contigo. Puedes pasar, tengo un rompecabezas por aquí y varios lienzos que pinte la semana pasada.

Armamos varios rompecabezas y Joshua pudo palpar la textura de varias pinturas. No podía distinguir todo lo que veía, pero si había desarrollado más el sentido del tacto, tanto que pudo descifrar de que trataban las pinturas solo tocándolas.

Tomé uno de los lienzos que aún no estaba terminado, pero que igual era de favoritos y lo postré encima de mi gavetero para que el pudiera descifrar que había dibujado.

– Es una mariposa, percibo que tiene sus alas sin terminar, pero siento que es fuerte y está llegando su momento de empezar su vuelo. Es como tu Luna.

Me quedé impactada por un momento, sin saber que decir o hacer, hasta que decidí decirle que sí, que era yo, y que realmente quería ser libre. A lo que le contesto: todo depende de ti.

Joshua se fue a su habitación al terminar los juegos y de inmediato llamé a Elías, le comenté lo que había pasado, así que decidió hablar directamente con sus padres, antes de que las cosas empeoraran. No se molestó conmigo, sabía que eran días difíciles. Solo se ofreció a pararse en mi alcoba para poder hablar sobre lo sucedido con más calma y darme algunas soluciones.

Al cabo de una hora, Elías, ya estaba tirando piedrecillas a mi ventana. Había traído con el su guitarra, así que para relajarnos empezamos por componer una canción. En ella hablamos de una chica muy parecida a mí, con sed de volar sin que le quisieran cortar las alas, y de un chico que se había enamorado de ella por quien era y estaría para apoyarla a crecer.

Ese día fue nuestro primer beso y la primera declaración de amor que me demostró lo mucho que el me admiraba. Una noche donde el me recordó que podía decidir quién quería ser, reencontrarme conmigo misma para descubrir lo que verdaderamente me hace feliz y vivir junto a ello.

Me comentó que ya había hablado con sus padres y que los mismos ya lo sospechaban, pues no es fácil esconder una guitarra y un piano en un hogar de solo tres habitaciones ocupadas y un garaje abierto para todos, así que me animo a hacer frente a los míos.

Aquel sábado empezó con una tensión nueva, pero me animé a convocar una reunión con mi padre y Karina, sabía que ya era momento de dar la cara. Nos sentamos en la sala y todo estaba silencioso hasta que decidí romper el hielo.

– Se que no es momento para disgustos y lamento mucho que te hayas dado cuenta de lo que está sucediendo en mi vida ahora. Sin embargo, al final del día es eso, mi vida, y quiero tener la oportunidad de vivirla como quiero.

– No creo que puedas vivir de eso de pintar. Además, no te costaba nada ser honesta con nosotros. Siempre he estado aquí para lo que necesites.

– Me costaba mucho, aunque no lo parezca. Cada vez que intentaba hablarlo sentía una presión inmensa, no sabía cómo empezar o justificar, hasta que entendí que lo que me hace feliz no debe ser justificado.

– Ya estoy cansada de tus estereotipos, de la manera en que me dices que debo comer y vestir, con quien debo salir o no. Solo quiero poder volar.

Después de esa conversación algunas lágrimas cayeron de mi rostro, unas de tristeza, pero más adelante de felicidad. Al final mi padre aceptó mi camino y aunque no lo comprendiera, entendía que debía ser feliz. Más adelante hubo uno que otros enfrentamientos, pero poco a poco pude soltar y darme la oportunidad de ser y, Elías, por supuesto, estuvo ahí para ello.

Playa Antares

California, Estados Unidos

– Fue una situacion de muchos altibajos. Sin embargo, la manera en que mi hermano sobrellevo su condición en esos momentos, me enseñó que debía vivir más y darme la oportunidad de reconocer mi verdadero yo.

– Incluso recuerdo otro de los días en que trabajamos la mejora de su vista con una de mis pinturas y dijo que se parecía a mí. Justamente era la misma mariposa que le había mostrado la primera vez, pero ya terminada. El, al igual que tu Elías, me hicieron ver el mundo de manera distinta.

Elías me dio un abrazo, me ayudó a recoger todo y apagó la fogata. Nos dirigimos a la casa de campaña y nos acostamos mirando las estrellas por la pequeña ventana que cubría el techo de la misma.

– Nuestra decisión de irnos a explorar el mundo luego de graduarnos es algo que también me ha permitido ser libre. Miro atrás y ve mi camino lleno de aprendizajes, pero más que nada un presente lleno de esperanza y ganas de llevarme hacía lo mejor de mí.

Hoy sé que me falta mucho por aprender, pero reconozco que este recorrido me ha hecho volver a mi hogar. A ese hogar interior que cada día está dispuesto a ser descubierto. A ser libre.

– Indhira Castro